¿Cuándo empezamos a rendirnos a mitad de camino solo porque preferimos irnos a casa que ver lo que podría estar esperándonos al otro lado? ¿Cuándo dejamos de querer jugar y nos empezamos a convertir en esos niños que sólo miran el juego?
En algún momento del camino nos volvimos menos atrevidos, con menos confianza y menos agallas. En algún momento del camino decidimos que era más fácil rechazar a las personas que darles una oportunidad.
Rechazar a las personas porque tienes miedo de que te hagan daño es como retirarse antes de que comience la vida.
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