jueves, noviembre 19

Punto y aparte.

Duele, inevitablemente.
Pensar que ya no podré abrazarte sin barreras, sin ropa, piel contra piel.
Saber que derrocharé los besos en causas menores, o guardaré con mesura todos los que no te pueda dar.
Decir que te quiero una vez más, sin obtener respuesta.

Duele porque el tiempo me había enseñado a acostumbrarme a ti, a necesitarte para compartir, a quererte como a nadie.

Por tantas horas de complicidad, sueños y realidades. Por los placeres infinitos, por enseñarme y por crecer tanto a tu lado. Porque lo eras todo en este mundo de los últimos tres años.

Es duro pensarme sin ti.
Quiero un final feliz. Un final de algo que supuestamente nunca existió... pero que sea feliz. Feliz contigo, sin la existencia inexistente. Feliz por aquella tranquilidad del principio, por el sexo terapéutico y por la sencillez de todo cuando poníamos las cosas fáciles.

Se evapora el sosiego de cada día.


Momentos de asimilamiento una semana después.

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