Cuando se te aprieta el pecho y te dan ganas de llorar. Así, porque alguien se empeñe en pagar contigo su profesión frustrada, su cuerpo frustrado, su inseguridad y sus miedos.
Así, con desprecio. ¿Hasta qué punto tiene que llegar la frustración para hablar groseramente y provocar una situación incómoda para todos?

Entenderte, asimilar y aceptar tu realidad.
A eso me he encomendado.
Si quiero, será con todo. Así me vibra cuando lo pienso y sonrío.

Que hay cosas que me siguen dando escalofríos... me revuelven y hasta me quitan el sueño.

Y me preocupan al pensar en... nosotros.

Despierto y te siento lejos.

Sinceridad filtrada, por favor.

Que si no todo siguen siendo cuchillos que se clavan. Y se clavan mucho.

Pensando en que era más probable la renuncia voluntaria que enfrentarte a tu miedo de perder.

Lo que a la vez facilita y dificulta las cosas es que te hagan el amor.
Follarte lo hace cualquiera, pero esto otro ocurre pocas veces en la vida.
Y de ahí que ni quepa la duda de escapar, a pesar de las turbulencias.

Y el dolor de las despedidas.
Profundo.
Duele.

No sé ni qué escribir. De esto que te pones delante del teclado tras mucho desearlo y con mil ideas brotando y peleando en tu cabeza, pero te bloqueas.
No sé qué parte de mí es la que da miedo a la reacción. ¿Alguna vez di motivos? ¿Alguna vez tuve una reacción desmesurada que justifique ese miedo?
Siempre todo el espacio. Ninguna intromisión. Aún sabiendo que había algo oculto, pero confiando en que si era lo suficientemente importante, lo conocería.
Pero no fue así.
Y ahora un pasaporte confiscado y un par de confesiones más que hacen que no sepa de qué realidad formo parte, si es que hay otra paralela, o si la paralela soy yo.
Y será cuestión de cobardía, de descontrol... pero de nada que sea capaz de justificar que, de nuevo, por enésima vez en los últimos tiempos, vuelva a ocurrirme lo mismo.

Tantos besos guardados en lugar seguro y ahora eliminados para siempre con total decisión.

A veces parece que hay rencores como de por si acaso. Por si acaso todas esas cosas que seguro que se lo merecen y no sé.

Tras silencios de meses, aunque importante, no creo que sea lo más el saber acerca de salvar vidas.

Lo que comunicamos no exime de lo que callamos.

Paciencia.
Tesón.
Y pensamientos positivos.
He de pensar que acaba de comenzar la primavera. Invierto.

Estos días de lluvia, viento y frío tienen su cierto encanto.
Pero con uno es suficiente.
Si no me cobijo en tu abrazo.

:)

Necesidad. Inmensidade.
Sinapsis como agua de mayo.
Fin de semana romántico con todas las connotaciones para ser genial.
Reinventarte. Ciudades con rivotril. Con luz inesperada. Y frío para cobijarse de lo impertérrito.
Y tus dendritas siempre increíbles.
Que se vuele el miedo.
Que crezcan tantas ilusiones.
Acción sin objetivo. Renovarse. Sentirte tan cerca en todos los aspectos de los días de fondo indeciso, oscuro y hondo.
Duele dentro, pero hasta lo de dentro se renueva. Como la piel.
Y que haya canciones que no se pueden escuchar y lugares que no se pueden pisar.
Por una salud mental tan procurada que ni un congreso, ni un tren, ni mil fotos de tierras lejanas la puedan hacer peligrar, sino todo lo contrario.
Por los encuentros a evitar y los seres indeseados en la paz de esta nueva vida reinventada que siempre existió en los axones de nuestro ser.
Te quiero inmensamente. Y me encanta tu mundo recreado.
Tan orgullosa de ti que una envidia sana me recuerda frecuentemente la suerte de tenerte cerebralmente cerca.

Lo que diga tu voz interior, me dice.
Digo que no tengo. Me dice que no la oigo.
Al ratito la escucho... Siempre hay dudas pero... Sí, quiero.

Calor.
Hasta con un casero chileno. Y con quien casi más quiero.

Qué tristemente fácil es virar del todo al todo desconocido.

Ni un feliz navidad, feliz cumpleaños, gracias. A quienes tanto (tanto) te dieron (tanto).

Ni siquiera es colmo de decepción. Es vergüenza, propia y ajena. Que ni contestar puedo si me preguntan incluso con cariño sobre ti.

Concesiones esperadas
harán que planee
un planeamiento a motor
hasta tu cintura.

Cosas que dan ganas de llorar y no se lo merecen.
Y no lo consiguen.
De indecencias una empieza a estar curada (de espanto).

Claro, cómo no me iba a acordar.
Y brindé por ello.

Siempre fuiste tú: la racional, la que no te dice lo que quieres escuchar pero sí lo que realmente necesitas.

Qué inútil me siento estando del otro lado. Cómo te entiendo. Qué injusto.
Cuánto te quiero.

Disfruta, aprovecha. Aprovéchate de la vida todos los días.
Al final, es lo que te queda.
Cuando pierdes a alguien cercano te das cuenta de que todo el resto de cosas que te importaban no llegan a tener la categoría de problemas. Te liberas de todas esas preocupaciones. Pero te queda una pena inmensa.

La sabiduría de los 95.

Este calor que a la gente asfixia y a mí me libera.
Tanto.
:)

Quizás aprenda a sumarle al amor eterno algunos meses.

Noche de San Juan. Una noche mágica según muchos.
Magia el encanto de lo que no es eterno. Vértigo. Los kilómetros que se ponen de por medio... una medida física que nada tiene que ver con las mentes.

Te vuelves insensible hacia todo lo que venga de ahí.
Se convierte en desconocido. Haciendo todo lo contrario de lo que algún día hizo y fue.

Benditas rondas de reconocimiento con orejas de burro, que me hacen menos infeliz.

Mi luz y mi sonrisa más grande vino al mundo hace un año.

Dicen que muchos besos, abrazos y lágrimas de estación son más sinceros que los de muchas bodas.

De película. Te vas empequeñeciendo desde mi vagón... Conversaciones transcristal que al menos alargan un poquito más un contacto ya no físico.

Impronunciables que se escapan. Y hacen que broten lágrimas y sonrisas y abrazos. Y hastaluegos.

Aunque me salga mal.
Aunque siempre supiera que nada iba a retenerte.
Aunque la necesidad apremie y todos los tiempos se reduzcan.
Aunque lo de todo. Y se evapore todo.
Aunque me siembre de dudas sobre qué va a ser de mí. De ti. De un nosotros que no existe.
Aunque pierda la batalla.
Aunque todo, soy y seré valiente. Si no, no tendría con qué alimentar el alma. Ni historias bonitas que contar. Ni fuerzas para ser.

El que sea racional no implica que no me invada en lágrimas sabiendo que te vas.

Hoy vi algo sobre aquello de contar el tiempo en días.
Y tuve que dejar de mirar.
:(

Esta conducta evitativa que tan cansada me tiene.

Ójala pudiera no ser así.

Volver a verte.
Se aceleran los latidos.

Alegría. Y un gran alivio el que no te hayas echado esa colonia.

Que la tristeza quizás no sea un estado de ánimo.
Si no una forma de pasar los días cuando el desprecio te atrapa.

Naciste.
:)
Campeona de todo. Aunque ahora no necesites que vaya a alegrarte los días, con tu pequeña. Intentaré seguir haciéndolo en menor medida que ella, seguro.

En lugar nuevo, sin sentirse observada, sale a flote un yo.

El miedo a un diagnóstico. Las lágrimas incoercibles.
Tu abrazo. Tu aliento, en todos los sentidos.

No esperar para no desesperar a veces trae regalos. Como saberte cerca.

¿Era martes y 13 o martes 14?

Imprevisto. Reorganizar todo corriendo. Viaje. No planeado.
.... YA ¬¬

Esos destapes maravillosos. La realidad supera a la ficción. Me cuesta imaginar una forma de que sea peor, de que queden más. ¿Ya termina la pesadilla del nunca acabar? ¿De las sorpresas?

Que no me quedo corta. Y lo siento inmenso.

Además, parece ser que alguien ha hablado de más.
No, mis padres no saben nada. Me da vergüenza propia y ajena.. Entonces ya sí que nanai, sin importar las generaciones.

Y cólico. Ya casi me había olvidado de ti. Duele.

Esas lágrimas irracionales.
Que vienen.
Y les acabas encontrando mil razones si te paras a pensar.

"Cuando una persona realmente quiere a otra no lo manda todo a la mierda por tontear con un extraño"
Al salir de clase, 2000.

Una serie visionaria.

Tanto que contar.

Como que foi formidável.

Quiero ese aliento en el huequito en el que te acomodas.
Pronto.

Cambio de hora.
Que da luz. Da sol. Fotosíntesis y serotonina. Tan necesaria.
Espero que el descubrir más mentiras se quede unas horas antes del cambio de hora. No quiero más.

Y sacudirse el amusgamiento.
Y que tenga que pedir disculpas.
Y que no te reconozca.
Y que jamás te viera tan grosero. (Para eso es mejor no ver).

Bailo. Sonrío. Abrazo.
Cambio y corto.

Cueritos para desayunar.
(Pensamientos indecentes).

¿Tristeza?
Y rabia.
Por los insultos gratuitos.
Por intentar que me sienta avergonzada de lo que tengo.
Menos mal que "antes de hablar mal de nadie, piénsalo, y no lo digas". Menos mal.
Rabia y dolor. Por lo mucho que se pueden torcer las cosas cuando nos empeñamos en ver cosas que no son.

Y es que estábamos muy bien. Estábamos en la cima, en lo más alto, en el equilibrio del amor loco y el amor maduro. Queriendo con locura. Me lo dijo un pajarito. Volando hacia la luna.
Cuántas cosas se hacen mal por no saberlas hacer bien, por no aprender, por no tener agallas, por perderse entre caminos confusos al embarrarse el propio.
Tristeza.

En efecto.
Pero los encriptamientos fueron mucho peor de lo que pensaba.
Es rabia, es dolor. Es incapacidad de ser natural si tú no eres capaz de serlo conmigo ni cuando se te pone en bandeja.
Es... en fin. Un sueño roto por causas ajenas que se reconstruye sin que ya sea mi sueño.
Aunque supongo que eso no es lo peor. Lo peor son las palabras de "aquí no pasa nada pero está pasando algo". Lo peor es que, supongo, siga siendo la última en todo.
Tengo muy claro con quién me encuentro más cómoda, a pesar de los pesares.

Realmente no sé cuántas dosis de esas hacen falta.
Pero tengo claro lo bien que sientan. El relax. El desconectar. El no pensar en nada más que en dejarse llevar... sin ninguna prisa y con bastante pausa.

Y vuelta. A los encriptamientos. A los "lo digo a medias pero no lo digo". A las pildoritas sin terminar.
Que no.

Realmente puede que sea un problema de fetichismo con algunos pies.
Pero, sin duda, son los más bonitos que he visto nunca.

"Siempre has sido la cosa más dulce que ha pasado por mi vida".

Una vez dije que me derretías. Capicúas. Todo aquello que me mantuvo tan viva.
Supongo que hubo muchas cosas recíprocas en ciertas y algunas maneras.
Y a veces me sigues conmoviendo, porque hay cosas que permanecen.
Por el encanto de lo que no es eterno pero sí deja eternidades.

Y ahora encima pulula por ahí de nuevas.
Cuánto daño ha hecho esta prisa.
Cuánto daño esta casualidad de que se acabe metiendo parte de todo en mi vida.

Hay días en que me doy cuenta de que, entre todo lo mucho que perdí contigo, perdí una parte ingente de mí misma.
Y eso me entristece. Me da rabia. Me oprime. Hace que a veces me falte el aire. Además de que me falten otras tantas cosas.

Quiero hacer eso de los ordenadores. De volver a la configuración de X día. Aunque pierda parte de lo aprendido. Pero tenerme. Tenerme.

Una noticia, mentira, oculto. Capaz de contribuir a enfermar un mes.
Ya quiero levantar cabeza.

Un año sin ti, pero contigo.
No dejo de echarte de menos. Ni un ápice.
Tanto tuyo que llevo dentro.

Existe lo de levantarte por la mañana e ir contenta a trabajar. Existe.
Porque estabas tú. Y lo disfruté mucho, y no quería que acabara.
Me encanta que me digas que nunca me has visto triste, que soy una persona que te alegra cada vez que entro por la puerta, y que para ti también fue un placer trabajar con alguien así que transmite tanta alegría.

Aunque sí, fui muchos días muy triste... pero es que la rotación contigo me sirvió para mucho más que para aprender las competencias profesionales. Y fueron unos meses complicados, pero salí de allí renovada.

Y que vuelva a verte y acabemos llorando en tu despacho explica muchas cosas y hace que sobren palabras.

Estoy cansada de conflictos de comunicación con personas variadas.
Pero ya este último me supera. Y me hace llorar. Mucho. No sé si me decepciona o ya qué es.
Pero duele, duele mucho cuando tras varios momentos de ponerlo en bandeja, cuando después de preocuparme, cuando se tiene la oportunidad perfecta... hay cosas más que importantes que no se dicen y totalmente sin querer te enteras después.
Sospechas que fueron realidad. Incluso quizás alguna vez fui tanteada. Se siente horrible ya no saber de qué te puedes fiar.
Y duele. Y me hace llorar. Más. Porque eres tú. Y porque ahora ya sí no veía razón para esperármelo, después de quitar cerrojos.
Pena.
Y deseo de que dejen de pasar estas cosas ya... porque no estoy segura de hasta dónde puedo llegar. Y no quiero estas inquietudes. Ni menos kilos. Ni sonrisas que no son del todo.

Hay días buenos.
Días tranquilos.
Días en la mierda absoluta.

Lo mismo pasa con las noches.
Como por ejemplo.

Soledad sonriente.

Habitación nueva.

Hogar dulce hogar.

Soñar con lo que no debo cuando menos debo.
Este insomnio medio revelador.
Qué feo.
Cuánto rencor.

Que sea tan fácil.
La regla de los 3 segundos.
Y dar igual el alrededor. Bailar casualmente al ritmo de la misma canción en la mente. Risas.
Espontaneidad y diversión... y los 3 segundos otra vez.
Morir de sueño.
Y saber cómo me gustaría dormir muchas noches.

Podías venir...
y callarte con la boca entre mis piernas.

A veces, sin querer, me sigue sorprendiendo la tolerancia infinita para las cosas ajenas pero cómo se va al carajo cuando toca cerca.

Un mapa del mundo para ir rascando países visitados.
Lonely traveller.
Otros de la mano.
Otros... soñando.
A veces el mundo está bajo tus pies y cada día podrías rascar y descubrir un cachito nuevo.

Puedo estremecer con algunas caricias, aunque no todas lleven intrínseca la misma complicidad.
Te hablo, me haces reír. Fácil, sólo falta un cuándo. Decisión sin titubear. Me dices lo bonito que es, así, visto desde aquí, en blanco y negro. Respingonas. Con nada que sobre ni que falte. Las palmeritas con chocolate blanco. Sed. Hablamos y hablamos, sin solucionar nada, pero desterrando el miedo, siempre. Luego quizás seas la persona más miedosa, pero por lo pronto lo disimulas con cierta efusividad forzada. Te hablo de Miedo a volar. Ahora sé que seguro está en tu librería desde hace mucho tiempo, y no por ti.
Me pregunto si habría llegado hasta aquí si el saludo hubiera sido diferente. Me das la espalda, me abrazas. Para qué pensar, no hay absolutamente nada que pensar. Cuánta luz.
No parece mágico. Pero sustituye. Como el sexo al chocolate. O al revés.

Quizás no sea la mejor manera de empezar el año.
Pero así ha sido. Y tampoco es el primero que empieza así.
Quizás es una manera de acabar de liberarse de cosas que empequeñecen.
Al menos estabais vosotros cerca, y eso lo mejora todo.