Esta parsimonia de días sin hallarte tiene que acabar.
Si al menos a mí misma me encontrara, otro gallo cantaría.
Quizás tenga que ver con aprender a desconectar.
Quizás encontrándose fortuitamente con un señor búlgaro que da conversación tretraidiomática - español, alemán, francés, inglés - se logre desconectar durante los minutos en que te invita a un café o te trata como una niña pequeña a la que comprar globos y chicles de colorines.
Entonces puede que nada sea nada. Que ójala deje de hacerme daño el querer o todo lo que de ello se deriva.
El tiempo, más que aliado, se convierte en enemigo. Los días pasan y nada cambia. O, en todo caso, hay cosas que empeoran y los días cuestan más.
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