Intentémoslo... no puede estar tan mal como para no poder enderezarse. Y mejorarse.
Sin esperar más que lo que es, más que lo que hubo.
Aunque hayan desaparecido aquellos alientos en la nuca, las comprensiones inauditas, las miradas asonrrisadas, los cariños sorprendentes o la delizadeza admirable de lo que un día hablé.
Todo aquello que lo hacía precisamente especial, original y merecedor de las mejores ganas.
¿Recuperable?
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