martes, septiembre 13

El Tonelero

En un pueblecito vivía un tonelero que era avaro y tenía mal corazón. Nadie se atrevía a llegar a su casa porque a todo el mundo maltrataba. Muy a menudo se enfadaba con su mujer y sus hijos, les pegaba y les hacía sufrir toda clase de penas.
Una tarde de invierno se acercó a su casa, pidiendo limosna, una pobre viejecita aterida de frío y curvada por el peso de los años.
El tonelero, en lugar de darle limosna, le contestó con malas palabras. Luego la hizo marchar y, como la pobre anciana iba despacio, le dio un puntapié y la echó fuera rápidamente.
La viejecita miró el tonel que aquel avaro construía y dijo así: - En castigo de tus malas acciones, no tendrás sosiego hasta que ese tonel esté lleno.
Y desapareció.

Aquel malvado empezó a preocuparse por las palabras de la anciana. En cuanto terminó el tonel lo llevó a la fuente para llenarlo; pero, por más agua que echaba, no se llenaba el tonel.
Lo llevó al río y permaneció vacío. Recorrió otros muchos ríos, lo llevo al mar, siguió con él hasta sumergirlo en el océano, pero tampoco se llenó.
Así anduvo errante con su tonel hasta que la fatiga y la desesperación lo rindieron.
En este estado, empezó a meditar con la cabeza apoyada sobre el tonel. Pensó en los sufrimientos que él había proporcionado a su mujer, a sus hijos y a sus amigos. Se acordó de los pobres que había maltratado. Reflexionó acerca de su dureza de corazón para con los infelices. Se le hicieron presentes todos los malos actos que tanto abundaban en su vida.
Su corazón se llenó de remembranzas que lo afligían; se entristeció su alma, y de sus ojos empezaron a saltar lágrimas.
Y... ¡oh milagro! quellas pocas lágrimas de arrepentimiento llenaron el tonel a rebosar.
Entonces desapareció su ansiedad, y en adelante vivió tranquilo y feliz, pero a cambio de ser bueno.

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