Este post tiene una razón temporal... escribo ahora, especialmente ahora, cosa que no suelo hacer... escribir después de volver de fiesta... pero hoy lo hago así porque ahora huelo a ti.
Otro sábado surrealista a mi bola, con los mismos grupos que el sábado pasado, pero esta vez en sentido contrario... y como son 3, el medio siempre ha sido el mismo :)
El perfume, de Patrick Suskind... un gran libro. Muchas veces me he identificado con el protagonista, ya que gran parte de mis recuerdos más dulces se basan en identificar olores con personas. Pero sobretodo eso, olores... algo tan efímero pero tan sencillo de reconocer cuando vuelve a pasar ante ti... Desaparece, se olvida, no es fácil contenerlo de manera que puedas volver a recordarlo cuando quieras... Pero ahí está su encanto, que no es eterno, y que al ser tan volátil tiene una parte mágica que incrementa aún más las ganas de volver a disfrutar de ello.
Claro que un olor sin continente no tiene sentido... No merece la pena ir a unos grandes almacenes y echar en los papelitos tus perfumes preferidos... no. Hay que guardar un perfume en la memoria, pero un perfume con dueño, con originalidad, con presencia.
Soy capaz hasta de imaginar un perfume, de concentrarme y dejar que fluya ante mí un olor perdido, pero que ansío recordar...
Este olor es como mi vida, como tú. Surrealista e imaginario entre semana... real pero breve cuando te tengo cerca...
Pero hoy permanece en mis manos. No sé qué hacer para retenerlo. No sé qué olor prefiero, si el impregnado en las hojas de mi agenda, que permanece pero por ello ha perdido su encanto... o el de mis manos, que mañana habrá desaparecido y formará parte de mi recuerdo, un recuerdo que una y otra vez me dirá que no se va, y que necesita volver a imponerse mediante una de esas sonrisas que me brindas tan esporádicamente.
Sólo sé que no se nada, pero esta nada sí que es... y es el no-valor para atreverme a pronunciar ciertas palabras.
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